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La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fue uno de los organismos de espionaje más importantes de toda la historia argentina. Funcionó entre 1956 y 1998, y en todo ese tiempo investigó en secreto a más de 460 mil personas. El material acumulado llegó a 4 millones de fojas, mil videos y una innumerable cantidad de casetes y cintas abiertas. Una vez cerrada la DIPPBA, su archivo fue transferido a la Comisión Provincial por la Memoria y entonces se lo utilizó para averiguación de datos sobre personas espiadas, investigaciones periodísticas y juicios contra responsables de delitos de lesa humanidad.
Ya lo había confesado el genocida Ramón Camps en el juicio al que un tribunal castrense lo había sometido en 1984: "La lucha contra la subversión en la provincia se llevó a cabo gracias a la información aportada por la DIPPBA". Definitivamente el accionar de este organismo no se limitó exclusivamente a la última Dictadura, sino que se extendió a lo largo y ancho de toda su vigencia. El ojo que espía de Juan Ignacio Provéndola recorre los hechos salientes de todos esos años. El desarchivo, entonces, permite componer un friso sobre los mecanismos de espionaje estatal de la última mitad del siglo xx en Argentina en los distintos gobiernos institucionales y militares. El regreso de la democracia, a partir de 1983, repuso garantías constitucionales, pero igualmente dejó pendientes muchas deudas sobre instituciones que aún hoy permanecen operando sin grandes revisiones de control. Porque, después de leer el material, surgen preguntas inquietantes: ¿Cuál es el propósito de los servicios de inteligencia? ¿Qué intereses reales persiguen en su accionar? Acaso este libro, alimentado con un fuerte trabajo de desarchivo e investigación, pueda aportar algo de luz a esas dudas llenas de oscuridad.
El ojo que espía - Juan Ignacio Provendola
La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fue uno de los organismos de espionaje más importantes de toda la historia argentina. Funcionó entre 1956 y 1998, y en todo ese tiempo investigó en secreto a más de 460 mil personas. El material acumulado llegó a 4 millones de fojas, mil videos y una innumerable cantidad de casetes y cintas abiertas. Una vez cerrada la DIPPBA, su archivo fue transferido a la Comisión Provincial por la Memoria y entonces se lo utilizó para averiguación de datos sobre personas espiadas, investigaciones periodísticas y juicios contra responsables de delitos de lesa humanidad.
Ya lo había confesado el genocida Ramón Camps en el juicio al que un tribunal castrense lo había sometido en 1984: "La lucha contra la subversión en la provincia se llevó a cabo gracias a la información aportada por la DIPPBA". Definitivamente el accionar de este organismo no se limitó exclusivamente a la última Dictadura, sino que se extendió a lo largo y ancho de toda su vigencia. El ojo que espía de Juan Ignacio Provéndola recorre los hechos salientes de todos esos años. El desarchivo, entonces, permite componer un friso sobre los mecanismos de espionaje estatal de la última mitad del siglo xx en Argentina en los distintos gobiernos institucionales y militares. El regreso de la democracia, a partir de 1983, repuso garantías constitucionales, pero igualmente dejó pendientes muchas deudas sobre instituciones que aún hoy permanecen operando sin grandes revisiones de control. Porque, después de leer el material, surgen preguntas inquietantes: ¿Cuál es el propósito de los servicios de inteligencia? ¿Qué intereses reales persiguen en su accionar? Acaso este libro, alimentado con un fuerte trabajo de desarchivo e investigación, pueda aportar algo de luz a esas dudas llenas de oscuridad.
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